9 de febrero de 2011

Fuera de mi misma, estoy.

 Y hay días en los que nada tiene sentido. Y la tristeza invade mi cuerpo, y no me deja ser. Me hunde, casi hasta llegar al centro de la tierra, sin siquiera dejarme respirar. Pero a veces, no muy seguido, una pequeña sonrisa se asoma por mis labios, y mi espíritu me dice que hoy dormiré sabiendo que estoy viva, y que ese hecho tiene un valor inmenso. A veces mi mente no dice lo mismo que mi corazón, y al fin puedo sentirme feliz de hacer cosas simples, como escuchar música, salir a pasear, estudiar. Cuando lo dejo hablar, me cuenta que no hay que tener razones para estar bien con uno mismo ni con el resto.Solo hay que tener ganas; pero otra vez, cuando casi puedo sentir ese rayito de esperanza iluminando mi alma, algo ocurre conmigo, y comienzo a creer que nunca podré volver al menos, a tenerlo cerca. Una y otra vez me ocurre eso, y ya no sé cómo reaccionar, o qué hacer para parar la transición entre querer morir, y sentirse tan feliz de no poder guardar tanta alegría en el cuerpo.

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